Estoy aquí. Sé que me ves.
Quiero y pienso seguir aquí, aunque tú, ahora, me veas y no puedas detenerte a mirarme.
Querer... Es poder.
Bastarían tan sólo unos instantes...
Los brazos que te estrechaban y protegían tu fragilidad de recién nacida...
Siguen estando abiertos.
El alma que te acunó meciéndote en el regazo...
La voz que te cantó mil nanas cuando sólo existías dentro de mi vientre...
A veces rota y entrecortada...
Sigue estando ahí, dispuesta a entonar, de nuevo, un canto.
Aquella mano grande que te acariciaba a través de mi piel...
Firme, para cortar el cordón umbilical que nos unía y fuerte, a la vez, para depositarte, con ternura,
nuevamente, entre mis brazos...
Sigue estando ahí, dispuesta a estrecharte, a sostenerte, a abrigarte, a darte la bienvenida cuando
renazcas, de nuevo, a la vida.
Esa mano firme y a la vez tan fuerte...
Permanece, por amor, unida a la mía en hermosa alianza. Mi gran amor, mi compañero de vida.
Aquella niña que ansiosa esperaba tu llegada, convertida hoy en una gran mujer de veinte y pico...
Sigue estando ahí, esperándote con los brazos abiertos y el corazón lleno de amor. Y quiere
entregártelo.
Mientras, tú, alma mía, permaneces autista y sorda, inmersa en ese mundo que él para tí ha
diseñado. Alejada de todo y de todos, escondida detrás de un enorme muro que has construido para
protegerte de todo y de todos...
Nosotros, aparentemente invisibles ante lo que pueden ver tus ojos...
Permanecemos aquí, a tu lado, siempre unidos y esperándote.
Como un árbol muy grande de profundas y hondas raíces, con una espesa copa para procurar
refugio, tronco firme al que poder agarrase y ramas ágiles para propiciar un acercamiento...
Así, ha sido siempre y así, es nuestra familia. El lugar al que llegar y poder sentirse siempre
bienvenido.
Seguimos aquí, en el mismo punto donde lo dejaste, en esa parada en la que decidiste apartarte, sin
previo aviso, haciendo un paréntesis para vivir tu historia. Una triste historia que ha intentado
poner patas arriba nuestro mundo y conducirnos al averno.
Pero no. Ni por asomo lo ha conseguido... Ni por más que se lo proponga, va a conseguirlo
tampoco.
Soy tu madre... Y sigo aquí: Fuerte, inamovible y recia cual roca que, no conocerá la erosión que
sólo conceden los siglos.
Ni desisto ni tiro la toalla.
Me miro al espejo y a veces... no me reconozco.
Veo la personificación del más puro estoicismo. Me sostengo y me mantengo con una paciencia que
trasciende... al mismísimo infinito.
Recuerda...
Que soy tu madre...
Y de madre... Ni reniego... Ni dimito
Puede que obstinada y terca... como una mula. No lo niego y aquí lo admito.
Abre bien tus ojos, ventanitas de tu alma.
Alma mía, haz por querer...
Por querer mirar más allá de lo que te permite ver la penumbra de esa triste y oscura habitación en
la que te encuentras recluida, por querer proteger a un cobarde malnacido que para nada, anhela tu
bien.
Asume... que podrás darle mil oportunidades y perdonarlo mil veces. Más, jamás podrás redimirlo.
Basta querer... para poder.
Cuando rompas las ligaduras que te atan al engaño...y cortes la cadena que te amarra a la sinrazón, a
la angustia, al miedo...
Cuando decidas liberarte, al fin del piojo que, durante un largo tiempo, se ha instalado en tu cabeza,
agazapado entre tu pelo, escondido como un cobarde... Amenazando una vez tras otra con anidar...
Regresarás, de nuevo, a la vida, como una auténtica héroe.
Habrás combatido la plaga logrando extinguir al fin la epidemia.
Escrito por Alma
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por leernos y por participar